
Hoy, es innegable que recuperamos el sentido humano de la escuela; la comunicación es la base para el desarrollo de cualquier civilización; la falta de comunicación, la mala comunicación o el uso tendencioso de la comunicación, han provocado desde la mediocridad de los procesos educativos, pasando por desintegración de grupos, hasta verdaderas catástrofes como las guerras mundiales.
La maravillosa comunicación que va desde un simple gesto, una mirada, una sonrisa, un abrazo… hasta un tratado, una pieza oratoria o una sala de chat; tan pródiga una como la otra, tal útil una como la otra, tan peligrosa una como la otra.
La verdadera comunicación, la que es capaz de construir ideas, la que provoca la generación de verdaderos proyectos de vida, la que es capaz de forjar almas y mentes, la que puede edificar ciudades, escuelas, hospitales, pueblos, la que en silencio emite un grito de alegría, de gratitud o de compromiso, la que es utilizada para construir una sociedad más justa, más igualitaria, más humana, la que es capaz de construir un nuevo mundo que sustenta su actuar en la comunidad del amor.
Y entonces una vez más recuperamos la importancia del maestro y de la escuela, la mediación pedagógica como base de estas quimeras. Una comunicación con sentido, con idea, con una conexión muy fuerte entre emisores y receptores, con mensajes claros y precisos, utilizando siempre los canales adecuados, con signos que fortalecen el proceso y con estrategias de retroalimentación que permiten una eficaz comunicación.
Los maestros debemos utilizar las NTIC, debemos conocerlas, manejarlas, aplicarlas; no debemos tenerles miedo. Pero ante todo y sobre todo no debemos olvidar que nuestros receptores son seres humanos igual que nosotros y a los que tenemos la necesidad de formar con una verdadera comunicación.